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Sinopsis

A una familia común, como muchas, con momentos llenos de cotidianidad, intensos de armonía, llega un inquilino inesperado, el cáncer. Álex, el hijo mayor, hermano de Carla e hijo de Jose y Nuria, tiene la enfermedad desde los 13 años.

El relato se centra en sus vidas, desde que Jose y Nuria inician su relación como pareja y dan fruto a sus joyas más preciadas, Álex y Carla hasta el momento actual. En el transcurso de su vida cotidiana, una vez reciben al nuevo miembro, el cáncer, reajustan su existencia. Su lucha es que la vida siga siendo natural. Vivir con naturalidad es como un paraíso para esta familia. Creen que con esa actitud, podrán deshacerse del intruso.

Es un libro hecho desde el corazón, donde su escritora Nuria Álvarez Berenguer ha querido hacer llegar todo su amor para compartir la fuerza de Álex. Una vida con posibilidades de ser común, pero que el cáncer la ha transportado al más alto nivel de consciencia, dando un valor existencial a la vida, solo las personas que pasan por un cáncer saben recoger la esencia del proceso.

El increíble optimismo que se vive en este hogar después de muchísimas trabas respecto a la enfermedad, hace que sean unas vidas difíciles de ignorar. La fuerza y carisma que tiene Álex hace que el proceso sea sencillo, viable, armonioso, lleno de plenitud.

Con esta obra, la intención de la escritora pretende hacer llegar una transfusión de fuerza, no de lástima, para aquellas situaciones parecidas. Ella sabe que hoy en día hay muchísimas personas que vencen el cáncer y otros que pierden la batalla. Aun perdiendo la batalla, el aprendizaje es tan increíble que tú no eres el mismo. Cuando pierdes la batalla, eres tu propia esencia. La esencia te enseña a volver a vivir la vida con una mochila casi vacía, solo vives el presente y guardas lo justo. Aún mutilado, sigues el camino hasta llegar tu momento de dejar esta vida, momento que es una realidad, pero no como la entendemos nosotros. La realidad es que no existe la muerte.

Introducción

En el cielo más azul, inmenso y eterno, donde existe una paz perturbadora, limpia y pura, donde el amor es tan inmenso que no cabe en el corazón de una persona, ¡allí!, hogar celestial de los ángeles, seres luminosos. Donde no hay dolor ni rencor ni tristeza ni todos aquellos adjetivos terrenales que duelen tanto en la Tierra, ¡allí!, en ese lugar inimaginable a nuestro entender, jugaban las almas, las recién llegadas, las que tenían que partir a la Tierra, las que tenían o que habían llegado a alcanzar las alas, las que estaban a punto de recibirlas. También las almas que tenían trabajos pendientes en la Tierra para conseguir sus alas. Estos últimos todavía debían reencarnarse muchas veces, porque son almas jóvenes .

Allí, jugando, estaban todas. Aunque hay diferencias de clases, todos se aman, unidos por un hilo invisible que no se puede cortar. Es tanto el amor y paz que sientes, que duele explicarlo.

Allí, en la eternidad, empieza la historia de este relato, la historia de la vida tal y como conocemos.

Las almas se mueven por grupos más cercanos, más conocidos entre ellos. Son grupos que, cuando van haciendo su labor en la Tierra como padre, madre, hermano, tíos, vecinos... o incluso el panadero del barrio, vuelven al cielo, al universo, para reencontrarse. Son almas unidas en la Tierra y en el cielo. Es un ciclo continuo, como una obra de teatro que no acaba. Cada alma en la Tierra desempeña un papel que a cada vida que encarnan va cambiando, como si fueras protagonista de una película y tú escoges el papel. Quien alguna vez fue la madre, en otra vida puede ser hijo y, el que fue padre, en otra vida ser madre.

Hay un grupo de ángeles charlando, creo que son san Rafael, san Gabriel y san Miguel entre otros. Lucen unas alas grandísimas, las más luminosas, majestuosas, blancas y doradas, de un gran porte. Son Arcángeles. Están charlando y algo les llama increíblemente la atención. Es la luz de un ser luminoso que destella diferente entre los demás, es especialmente brillante, de un profundo blanco y una tonalidad dorada que sorprende. Está entre un grupo de seres luminosos, amigos experimentados, lo que resulta extraño porque normalmente todos iluminan con la misma intensidad. Todos tienen la misma experiencia, por lo que sorprende la diferencia y esta en particular ilumina casi igual que la de los Arcángeles. Eso les sorprendió increíblemente.

Llega el momento de incorporar a un equipo de almas a la Tierra. Cada minuto terrestre se envían almas a la Tierra. Los Arcángeles tenían la lista de ellas y los llamaron a filas. Conforme las nombran se van acercando, hasta que nombraron un nombre especial, «ILUMINADO»; para ellos es un nombre muy significativo, significaba la luz entre los seres. No pueden esperar y van a conversar con la Divinidad.

—MI SEÑOR —dice después de una reverencia—, tenemos una cuestión que nos preocupa. Estamos organizando la entrada de las almas a la Tierra como hacemos normalmente y…

—Lo sé. Estaba esperando vuestra visita, hijos míos. Ese alma, «Iluminado»...

—Sí, nuestra Divinidad. Consideramos que puede aportar muchísimo en nuestro universo. Impregna con su luz todo a su alrededor, incluso las zonas más livianas, es todo amor. Es como si ya hubiera adquirido toda la sabiduría necesaria de sus reencarnaciones para evolucionar. Desprende tanto que no entendemos por qué es un ser de luz cuando debería ser un Ángel.

—Es un Ángel entre los Ángeles. Lo estaba esperando. Es un alma de máxima purificación. Cuando esa alma surgió, no sé qué ocurrió, es como una nueva generación de seres de luz, sin pasar por las experiencias de las reencarnaciones, ¡es pura!, como si no tuviera que aprender de los errores cuando pasamos por la Tierra. Es un maestro ,sin más.

—Entonces, entendiendo tu explicación, venimos a pedir que la dejes con nosotros. ¡Nos enseñará! .Transmite a los demás muchísima energía, una enseñanza impredecible. Ella suma el total de experiencia que le falta a las almas que van a la Tierra. Muchas de las almas más evolucionadas, con él aquí no tendrían que volver a la Tierra. Solo irían las que deben evolucionar.

—Hijos míos, necesito que vaya. Si vuelve a la Tierra, será un ser de luz en la Tierra. Un hombre de luz. Alcanzará la máxima purificación y, lo más importante, él enseñará las lecciones a los hombres, a esas almas reencarnadas en la Tierra. A cambio, él llevará un halo de luz a los seres que lo conozcan allí abajo. Cada cierto tiempo tenemos este tipo de almas, normalmente soy yo quien las envía y no pasaba por vuestra organización, pero a partir de ahora quiero que sigáis vosotros el proceso. Ya sabéis que estoy con vosotros.

—¡Bien, mi señor! —dicen los Arcángeles. Pasamos a la elección de su vida en la Tierra.

—¡Esperad! Debe elegir su familia, pero su vida en la Tierra será breve. Dijo la divinidad. Le falta cumplir ese trabajo para alcanzar la eterna sabiduría y así coronar sus alas, las más imponentes vistas jamás. Él ya sabe cuál será su tarea, aunque no se ha percatado, ¡que así sea!

Así pues, los Arcángeles inician su labor con las almas. Pasan a su Iniciación, programando su vida terrenal. En ese momento, llegando a las puertas de algo parecido a un templo, ven a «Iluminado». Los Arcángeles saben que la decisión del supremo es la correcta y perfecta para ellos y para nuestro amigo.

Ordenan la presencia de 20 almas. Las reúnen en una especie de altar grande, majestuoso, como un altar de reyes llamados a bautizar, en un ambiente de nobleza pura. No dejaba en la ignorancia a los asistentes el amor incondicional en el salón, como una fuente incesante de pureza y armonía.

El centro, donde se reúnen para la enseñanza y decisión de las vidas terrenales para aquellos que vuelven a la Tierra, es de un color blanco puro, con aura brillante dorada. Es, desde fuera, lo más parecido a un palacio. Al entrar te invade una exuberante tranquilidad. Entre enormes columnas y un inmenso pasillo te sientes abrazado por esa tranquilidad tan maravillosa. Es como cuando estás caminando en un bosque de hadas de cuento, entre hermosos árboles llenos de vida, entre seres alados maravillosos.

Caminas sin esperar el final del camino, es eterno, pero no importa si siempre hay que caminar con esas sensaciones. Tus sentidos perciben más de lo que se conoce. Llegas a lo que parece el final y aparecen ante ti unas escaleras de un azul divino elevándose hacia el infinito, ves una cantidad incontable de seres dorados, blancos puros, azul inmenso, púrpura… observándote. No te sientes de ninguna manera intimidado, es maravilloso.

Allí, en un altar real, increíble, sube el grupo de veinte almas llamadas a recibir las instrucciones para su tarea en la Tierra. Son nombradas una por una. A las veinte almas nombradas hasta el momento se les entrega un nombre, una fecha de inicio y el final de sus días escrito, especificando un tope de movimientos cardíacos, un tope de pasos que marcan el tic-tac del reloj de la vida terrenal en una especie de contrato. Los Arcángeles responsables de las instrucciones, envían un pensamiento a todos: «Buen Karma», que viene a significar, «buena renovación del alma, buen camino». Cada alma sabe lo que tiene que mejorar en cada reencarnación para poder evolucionar en el cielo. Si no es así, vuelven a repetir la misma reencarnación una y otra vez, hasta limpiar aquella parte del Karma que no se ha purificado.

Después, se acercan a una inmensa fuente, como una cascada, que cae en una laguna de agua cristalina y allí se ven las estrellas, iluminadas como faros. En esa gran fuente están todos reunidos con una hermandad envidiable.

Alrededor y una por una, se les dice que escojan una estrella, la que quieran. Cada una hace lo que le dicen y, sin más, se van colocando alrededor de la gran cascada.

En el caso de nuestro amigo, es exactamente el mismo proceso. En la bondad exclusiva de las almas no caben las cuestiones, el pensamiento, el yo ya sé, el por qué, el tal vez, son frases o conocimientos que los de la Tierra tienen muy aceptados, condicionados, pero ellos no. No existe la conciencia, no existe el ego. El ego, que es esa parte de los humanos que siempre cuestiona, pregunta, juzga, el que todo lo sabe. Es el que genera la rabia, la envidia, los celos, los juicios. Ese que no soluciona nada, más bien complica el camino terrenal y es el causante de que las almas tengan que sacar matrícula de honor en superación en esas vidas vividas, acunando ese ego de las personas y adormeciéndolo. Es preciso callarlo. Es el ego el que marca las pautas para que las almas aprendan en su vuelta a la vida y no tengan que volver a luchar con aquel sentimiento que produce el que no es puro: envidia, odio, rabia, lujuria… todos son producto de la invención del ego, enjuiciándolos.

Iluminado estaba junto a los maestros, aquellos que han alcanzado la más absoluta e incomprensible sabiduría, sabiduría que solo la divinidad puede entender. A su lado, los Guardianes del universo, san Rafael y san Gabriel. San Rafael se dirigió a él y le dijo:

—Hijo, he aquí reflejado en esta agua cristalina todo el universo. Mira las estrellas. Escoge una estrella.

Él las mira y dice:

—¡Esa!

—¿Te puedo preguntar por qué?

—¿Por qué? Porque es una estrella pequeña entre las estrellas más pequeñas. Porque ilumina aun sabiendo que sus compañeras resplandecen. Tiene fuerza, pero ella no lo sabe.

—¡Bien escogido!

Se lee sus instrucciones y mira a sus maestros:

—Sé que podré hacerlo. Una vida corta. Bueno.

—¿Crees que será sencillo? No peques de soberbia. Creo que eso es lo que tienes que aprender en esta reencarnación. No es tan sencillo, joven amigo —dice el Arcángel san Rafael.

Una aspiración, como un imán, lo absorbe y desaparece.

Conoce al autor

Nuria Álvarez Berenguer

Nuria Álvarez Berenguer Nacida en Terrassa el 2 de agosto de 1968, catalana, de padre cordobés y madre de Terrassa, es la segunda de cuatro hermanos. Administrativa de su empresa, dedica tiempo a su hogar y a grandes dosis de lectura que le ayudan a comprender mucha información que jamás se hubiera planteado. Ahora se considera un coach espiritual.

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una presentación que seguro os lleva a ver que la vida es un regalo.

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